Sugerencias de lectura

Número II (septiembre 2004-julio 2005).

Cernuda peregrino: una lectura por Juan Antonio Cardete.


Número I (septiembre 2003-julio 2004).

Animalee (sugerencias de lectura de cualquier género) por Laura Beatriz Andreu, Antonio Fabregat y Juan Antonio Cardete.

Un poema de Essex Hemphill por Aránzazu Oteo.

Escribiendo la lectura: Don Quijote, poeta por Isabel Castells.

Cartas de amor de Machado por Julia Morillo.

Algunos versos elegíacos de Teognis de Mégara por María Eugenia Lara.

La cazadora quebrada (Alejandra Pizarnik) por Jaro Godoy.


Un poema de Essex Hemphill.

Aránzazu Oteo Ugarte


Condiciones (XXI)

Juzgas a una mujer
por el largo de su falda,
por cómo camina,
habla, mira y actúa;
por el color de su piel la juzgas
y la llamas "¡zorra!"
"¡zorra negra!"
si es que no hace caso a tu:
"Eh, cariño, es que no quieres pedirle algo
a un hombre"

Juzgas a una mujer
por el trabajo que desempeña,
por su número de hijos,
por el número de ceros de su cheque;
por los muchos hombres con los que puede
haberse acostado
y te preguntas con qué trola
tratarás de ligártela esta vez.

Le dices a una mujer
cada verso
que se te ocurre,
y después, como la aguja desesperada
de un yonqui con mono,
te zambulles en sus venas,
viajas alocado por su sangre,

confundes su mente, haces que odie
y que sea fría con los hombres que puedan venir después,
destrozando el hilo de tranquilidad
al que se aferraba.

Juzgas a una mujer
por lo que pueda hacer sólo por ti
pero no tiene sentido que los esclavos tengan
esclavos.

Juzgas a una mujer
por la impresión que crees que le has causado.
Pides y ella te da,
tomas sin pedir,
le pegas y te obedecerá,
sueltas su nombre por las calles
como si se te escapara un silbido -
sabiendo que sus vecinos hablarán.
La sangre de su familia se derramará
como un riachuelo roto.
Y cuando te hayas ido,
queda una mujer
curando sus heridas en soledad.
Pero nosotros que nos llamamos hombres,
nosotros que nos llamamos hermanos
nos preguntamos por qué es tan difícil
amar a nuestras mujeres
cuando resulta que las amamos
del modo en que américa
nos ama a nosotros.*

Essex Hemphill, 1986.

 

Essex Hemphill era negro y homosexual, condición vital que le granjeó todas las antipatías posibles en una sociedad como la estadounidense en la que los afroamericanos (como se dice de forma políticamente correcta) no han conquistado, ni mucho menos, todos sus derechos y en la que la homofobia es tan común como en el resto del mundo. Sin embargo, al menos a parte de esa sociedad no le quedó más

remedio que rendirse a la evidencia de la fuerza y de la verdad en las palabras de Hemphill, reconocimiento que le llegó en forma de numerosos premios en vida y de homenajes con motivo de su prematuro fallecimiento, a los 38 años, en 1995.

Su raza y su sexualidad le llevaron a reflejar en sus poemas, de una belleza desgarradora, un lenguaje rico y directo y unas imágenes poderosas, todas sus inquietudes, sus denuncias y sus esperanzas en un mundo nuevo y distinto en el que creía firmemente porque se consideraba miembro de una tribu de "guerreros y proscritos" que, cada vez que se besaban, confirmaban el advenimiento de ese nuevo mundo.

Este poema recoge a la perfección las dificultades en la relación entre los hombres y las mujeres afroestadounidenses, un problema enquistado en la sociedad americana cuya solución parece difícil. La familia negra es una institución que ha sufrido, quizás más que ninguna otra, las dramáticas consecuencias de la esclavitud y de la segregación que los afroamericanos han padecido en los Estados Unidos. Su proceso de desintegración es alarmante y se calcula que alrededor del 55% de las mujeres afroamericanas viven sin pareja y que casi la mitad de las familias negras tienen como cabeza de familia a una mujer sola, por lo que cuatro de cada diez niños afroestadounidenses dependen de las rentas (más bajas, como es común en todo el mundo) de sus madres.

Muchas son las teorías respecto a la supuesta incapacidad del hombre negro para mantener lazos y compromisos familiares duraderos, pero la mayoría de ellas recurren a una especie de "subconsciente colectivo" por el cual los hombres afroamericanos se sienten frustrados ante lo que ha sido su historia de marginación en los Estados Unidos: no pudieron luchar contra sus amos, que los humillaron, les dieron palizas o los separaron de sus familias; no pudieron defender a sus mujeres o a sus hijas de los abusos de los blancos; cuando alcanzaron la libertad no consiguieron realizar el "sueño americano" que otros hombres alcanzaban para ellos mismos y para los suyos... y encima sus mujeres decidieron tomar las riendas de la familia para procurar el bienestar a sus hijos y los "destronaron" a una posición secundaria, casi parásita, en un matriarcado igualmente castrador para ellos. Su frustración les conduce, en muchas ocasiones, al trato humillante hacia sus mujeres o hacia sus "hermanos" homosexuales porque les resultan las víctimas propiciatorias, a causa de su supuesta debilidad, que les permiten hacer gala de su hombría y les hacen sentirse, por una vez, poderosos. No obstante, y como dice Hemphill en este poema, los esclavos no deberían tener esclavos y el hombre que recurre a ese trato no hace más que repetir, una y otra vez, la injusticia que américa (con minúsculas, tal y como él lo escribe) hizo (y hace) con ellos.

La universalidad de este poema, sin embargo, está presente en cualquier sociedad: en la nuestra, sin ir más lejos. Desgraciadamente en España son muchas las mujeres víctimas de malos de tratos, físicos y psíquicos, y no son pocas las que mueren víctimas de la brutalidad y de la impotencia de sus parejas, que no conocen otros medios que la humillación y la violencia para sentirse más hombres. Ojalá testimonios como éste nos sensibilicen sobre cuál debe ser el camino correcto en las relaciones entre las personas en general.


* Traducción de la autora del artículo. El poema original es el que sigue:

CONDITIONS (XXI)

You judge a woman
by the length of her skirt,
by the way she walks,
talks, looks, and acts;
by the color of her skin you judge
and will call her "bitch!"
"Black bitch!"
if she doesn´t answer your:
"Hey baby, watcha gonna say
to a man."

You judge a woman
by the job she holds,
by the number of children she´s had,
by the number of digits on her check;
by the many men she may have lain with
and wonder what jive murphy
you´ll run on her this time.

You tell a woman
every poetic line
you can think of,
then like a desperate needle
of a strung out junkie
you plunge into her veins,
travel wild through her blood,
confuse her mind, make her hate
and be cold to the men to come,
destroying the thread of calm
she held.

You judge a woman
by what she can do for you alone
but there´s no need for slaves to have slaves.

You judge a woman
by impressions you think you´ve made.
Ask and she gives,
take without asking,
beat on her and she´ll obey,
throw her name up and down the streets
like some loose whistle -
knowing her neighbors will talk.
Her family´s blood will run loose
like a broken creek.
And when you´re gone,
a woman is left
healing her wounds alone.
But we so called men,
we so called brothers
wonder why it´s so hard
to love our women
when we´re about loving them
the way america
loves us.

Essex Hemphill, 1986.

(en The Norton Anthology of African American Literature, Henry Louis Gates Jr. y Nellie Y. McKay, eds. WW. Norton & Co., Nueva York, 1997; pp. 2609-2610).

 

© Aránzazu Oteo Ugarte 2003

 

La Sombra del Membrillo. 2003.