HISTORIAS y SUEÑOS

 

 

EL VIOLINISTA DE LAS SOMBRAS.

Mi casa estaba situada a las afueras de la ciudad, cerca del antiguo puerto de pescadores, desde cualquier lugar podía escuchar las olas romper. Era una casa muy antigua y de construcción sólida y elegante que yo misma había restaurado, incluidos los muebles de estilo victoriano que encontré el día que la compré.

Noche tras noche practicaba con el violín en el salón de mi casa. El salón era una habitación enorme con el suelo lleno de alfombras y las paredes adornadas con antiguos tapices un poco ajados por el paso del tiempo, practicaba allí con mi violín por la buena acústica de la habitación.

Aquella noche estaba realmente inspirada y sentía unas ganas tremendas de practicar. Entré en el salón y abrí la ventana para dejar entrar la brisa salada que venía del puerto, cogí mi violín del armario donde lo guardaba, lo saqué de su funda y acaricié suavemente sus cuerdas con el
arco. Comencé a tocar el ‘Réquiem’ de Mozart más entregada que nunca, en la habitación sólo existíamos la música y yo, o eso creía…

De repente, las llamas de las velas que iluminaban la habitación comenzaron a oscilar, pero aún así yo no les presté atención y seguí tocando cada vez con más entrega. Sentí una mano sobre mi hombro, pero no pude parar
de tocar, la mano se dirigió hacia la mano con la que sujetaba el arco, otra mano se posó en mi hombro izquierdo. Eran manos frías pero suaves, éstas empezaron a guiarme, una dirigía el arco con el que yo tocaba y la
otra hacía que sostuviera el violín en posición correcta.

Después de un par de minutos me atreví a preguntar ‘¿Quién anda ahí? ¿Quién eres? ¿Qué quieres?’ Nadie me contestó, pero las manos siguieron dirigiendo mis movimientos, seguí tocando y tocando durante un buen rato sin poder articular palabra, la música lo era todo, lo llenaba todo, me encontraba en un éxtasis inexplicable.

De repente sentí como mis manos eran liberadas, dejé caer el violín al suelo y me giré rápidamente para averiguar quién había sido mi maestro aquella noche, pero no encontré más que dos ojos de un color azul brillante
que me miraban fijamente y de repente, como salida de la nada, una voz me contestó ‘Yo soy Monsieur Guillaume Geniuvere, antiguo propietario de esta casa, era violinista como tú ¿sabes? Haremos un trato, te dejaré vivir aquí si aceptas ser mi alumna, de lo contrario, tendrás que abandonar esta casa si no quieres sufrir una muerte lenta y dolorosa, como la mía…… ¿Qué respondes a esto?

Me quedé pálida y estuve a punto de desmayarme, pero me sobrepuse y firmé el trato, aunque nunca imaginé que hubiera de hacerlo con mi propia sangre.

Desde entonces comparto mi vida en esta casa con el fantasma de Guillaume, él es mi maestro, y jamás le abandonaría.

Adriana Seco Rubio
(1º Bachillerato, Colegio Hogar Escuela Mª Auxiliadora, Santa Cruz de Tenerife, Canarias).


MI INMORTALIDAD

Ahora soy totalmente diferente, desde que pasó eso aquella noche mientras paseaba por un parque en la bonita ciudad de París.

No era la primera vez que estaba en aquella ciudad ya que disponía del dinero suficiente como para viajar y París era una de las ciudades que me gustaban más de las que ya había visitado. Mi estancia allí iba a ser tan sólo de una semana, pero se alargó mucho más de lo que yo habría deseado, se alargó hasta la eternidad. Si hubiese sabido que estas ansias que me invaden las tomaría de esta ciudad, no hubiera tocado suelo francés. Aunque a mí siempre me habían gustado todas estas historias e incluso en algún momento después de leer algún libro de este tema hubiese deseado ser lo que soy ahora, pero después de haber vivido todo esto, durante todos estos largos años desearía que esa noche no hubiese existido.

Antes de seguir contando más cosas sobre mi cuerpo y alma eterna, voy a hablaros de cómo era antes de que mi garganta ardiese en esta sed incesante que el agua no me calma, sino que me hace arder aún más.

Cuando nací y durante toda mi vida de mortal me llamaba Nevaeh, ahora por mi condición de inmortal me hago llamar Moira; él, mi creador me bautizó así con su sangre de antiguo vampiro.

En mis años de mortal, que fueron tan sólo 35, siempre me había interesado todo lo oscuro, la magia, el ocultismo y los espíritus, pero sobre todo esto, lo que me había interesado desde pequeña fueron los vampiros; su vida eterna y su romanticismo.

¿A quién no le importaría vivir hasta siempre, hasta la eternidad? En mi opinión muy pocas personas no querrían esto. Esas personas serían aquellas que durante toda su vida han tenido dolores y por ello no les gustaría alargar hasta siempre su sufrimiento.

En mi caso no ha sido así, en los 35 años pocas veces he sufrido. Siempre he tenido todo lo que quería, vivía con mis padres y mis dos hermanas en una gran casa a las afueras de Barcelona. Mis padres siempre habían cuidado de mí hasta que me mudé de casa y me fui a un ático al centro de la ciudad. Mis padres eran muy clásicos y conservadores y no quisieron que me fuera a vivir yo sola porque nadie podría cuidar de mí; por ello, se enfadaron conmigo y hacía dos años que no hablaba con ellos. Y a partir del día en que me convertí en Moira ya no volverían a saber nada de mí hasta la noche que viajé desde París hasta Barcelona para hacerles desde mi punto de vista una muy agradable visita. Yo les maté, sacié mi ansia de sangre con ellos; cayeron en una lenta y monótona muerte. Mientras les veía morir no me arrepentí de nad a porque tenía sed de beber de su sangre que a la vez era la mía.

Después de haberme presentado tal y como soy y fui ahora voy a contar como fue la noche en la que mi vida acabó y empecé a deambular por los senderos de la muerte que yo misma creé.

Esa noche fue durante el frío invierno que azotaba París. Yo iba paseando por los jardines de los Campos de Marte en dirección a mi hotel. Acababa de estar viendo la torre Eiffel y ya era medianoche. El parque estaba demasiado oscuro como para poder ver más allá de 20 metros a mí alrededor, pero parecía no haber nadie porque no se escuchaban ruidos.

Mi velocidad era lenta, hasta el instante en el que noté a alguien cerca de mí y que me estaba mirando. Me giré a mirar hacia todos los lados, pero allí no vi a nadie, pero mi cuerpo cada vez sentía una sensación más rara, mis brazos tenían los pelos de punta; por primera vez en mucho tiempo comencé a tener miedo. Mis pasos cada vez eran más rápidos hasta que algo me frenó. Mi cuerpo se quedó paralizado mirando una sombra de detrás de unos árboles. Su silueta me cautivó y poco a poco mi cuerpo fue acercándose hacia aquel lugar. No podía controlar mis pasos, ni mis deseos hacia ese ser que me atraía.

En el momento en que estuve cara a cara con él, mi cuerpo ya no podía más, ardía en deseos de poder tocar su castaño y lacio pelo que caía por su pálido rostro, de poder besar esos labios que eran tan rojos como la sangre y que estaban susurrando mi nombre. Sus ojos eran de un color miel y parecía que podía ver a través de ellos. Podía sentir los escalofríos que por la espalda su amor me producía. Su sonrisa era malvada, pero algo dentro de ella me provocaba todavía más deseos.

Se acercó a mí y me dijo entre susurros mientras sus labios se deslizaban por mi delicado cuello:

-No temas amor, tu dolor terminará, te salvaré de la ignorancia mortal.

En ese momento sólo pensé en dos cosas: me iba a matar o me iba a hacer suya para siempre. Poco a poco veía como sus colmillos iban afilándose y acercándose a mí. Cuando ya me hubo clavado sus afilados colmillos, él se hizo una pequeña herida en la muñeca con una daga que se sacó del bolsillo de su americana de terciopelo negra. Mientras comenzaba a salir de su herida el tibio elixir carmesí, me siguió susurrando:

-Ven hacia mi herida, muerde, entra en mí, piérdete en mi alma, entrégate a mí. Yo observaré como muere tu alma mortal y nace tu inmortalidad. Contigo navegaré entre sombras infernales y abismos negros. Bebe de mí y vivirás eternamente.

Esa frase dicha con su profunda y suave voz sonó demasiado bien en mis oídos. Él me había enamorado desde el principio y todavía no sabía ni su nombre.

No sé ni cómo ni por qué pero mi boca se acercó a su muñeca y empecé a chupar de su sangre roja como el vino mientras que mi cuello poco a poco se iba desangrando, pero cada vez que bebía más sangre la herida de la mordedura de sus largos y afilados colmillos se iba curando pero todavía seguía sintiendo el mismo dolor en mi cuello. Por cada sorbo que bebía de su sangre me sentía más y más débil hasta que me desvanecí en el verde césped.

Ya no recuerdo nada más hasta el momento en que desperté. Me encontraba sola tumbada en una cama y en una gran habitación, me habían vestido con un largo camisón de seda blanco.

Me levanté de la cama y me puse a inspeccionar el lugar. Pensé que alguna vez había estado allí, había visto esa habitación en otro momento, creo que fue en mis sueños.

Mientras estaba allí sentí por la espalda una suave brisa y me giré de repente. Era él. Él me había llevado hasta la habitación que salía en mis sueños, había cuidado de mí durante todo el tiempo que había estado inconsciente. Volví a ver su gélido rostro, su mano la pasó por mi cara, sus manos estaban frías, tan frías como el hielo.

-Por fin has despertado, tu letargo ha durado demasiado. Antes de nada voy a presentarme, soy Luzbel el vampiro y desde ahora tu creador. En este mundo de inmortales te conocerán por el nombre de Moira. Serás mi aprendiz y te enseñaré poco a poco como subsiste un vampiro, te tendrás que acostumbrar a la sangre porque será tu alimento ?dijo el vampiro.

-No me creo que esto me esté pasando a mí ?pude balbucear mientras su mirada se clavaba en mis ojos ?Mi vida cambiará para siempre, ya no podré ver a los seres humanos como personas, sino como mi alimento, mi comida. ¿Por qué me has hecho esto a mí?

-Eres la persona perfecta. Llevo siguiéndote desde que tenías 14 años, pero nunca estuve tan cerca de ti como la otra noche. Ardía en deseos cada vez que pensaba en el momento en que te convertiría en una parte de mí. Tuve que esperar más de veinte años, porque quería que fueses hasta la eternidad una persona madura pero joven, y los 35 años son perfectos, nunca envejecerás físicamente, pero psicológicamente tu mente irá aprendiendo día tras día cosas nuevas -continuó Luzbel.

Pasaron varios largos días hasta que volví a hablar con él. Me había condenado a la eternidad de ser un vampiro y yo no podía hacer nada, tendría que vivir resignada durante largos siglos.

Cuando ya volví a hablar con él me llevó fuera de su castillo para enseñarme como era la vida de un vampiro. Sentía que tenía en mí total confianza porque me contó historias sobre su vida de inmortal. Luzbel era un vampiro de los más antiguos de los que estaban despiertos y en activo. Tenía 256 años de los cuales 120 había estado metido en su letargo en el sepulcro.

Me atrevo a decir que cada minuto que pasaba estaba más atraída por ese ser, mi corazón estaba abierto para mi creador. Me había enseñado todo lo que debía aprender un nuevo vampiro y también me enseñó a amar. Acabé pensando que era con quien quería estar hasta siempre, pero era muy pronto para decirle que amaba la forma en que hacía perder la vida a las personas, amaba su inteligencia, su pálido rostro, su pelo, sus ojos; amaba a Luzbel. Durante el transcurso de los años de mi vida mortal, no encontré el verdadero amor, ya que estos amores no me demostraron lo que sentían verdaderamente hacia mí, todos ellos me hicieron mucho daño.

Con el paso del tiempo deambulaba sola por las calles en la oscura noche, pensando sólo en Luzbel y en sangre. Siempre observaba desde lejos a mi presa, la perseguía con mis silenciosos pasos por las calles, oculta en la oscuridad, hasta que tenía la oportunidad de acechar.

Muchas fueron mis víctimas en las frías noches. En ocasiones Luzbel y yo íbamos a cazar nuestro alimento. Estar junto a él era lo mejor que me podía pasar. Yo creo que él también sentía deseos de estar conmigo, pero tenía miedo de perderle durante los años en los que se volvería a meter en su sepulcro, por eso este amor iba a ser imposible. Yo apenas era una novata en esto, en cambio él ya sabía todo sobre la vida de un vampiro.

Luzbel en su vida mortal había vivido 62 años, pero ahora su físico era joven porque con Astharot, robaron el cuerpo a un hombre de 33 años. La familia del hombre no le ha vuelto a ver, le tienen como desaparecido y ellos no saben que su cuerpo ahora lo utiliza un vampiro para conseguir la verdadera belleza que tienen y que deben tener los seres inmortales. El cuerpo del hombre quedó hasta siempre sobre la tierra y su alma abandonó este mundo.

No sé como Luzbel y Astharot no se sintieron mal al arrebatarle de esa forma la vida a ese hombre, eso solo fue un capricho para los dos. Yo hay veces que me arrepiento de matar a los seres humanos, pero sobre todo de crearles dolor mientras les muerdo, pero no puedo remediarlo, ellos son mi alimento y si no bebo su elixir carmesí, las ansias de sangre pueden conmigo.

El paso de los años era muy monótono, dormía durante el día y cuando anochecía despertaba para alimentarme. Así hasta el día en que no aguanté más y tuve que expresarle a Luzbel todos mis sentimientos y deseos hacia él.

-Comparte conmigo tu soledad, seremos dos ángeles en el infierno, dos amantes en la oscuridad, amantes en la eternidad. Nos cobijaremos en nuestra existencia eterna, nos daremos ese calor que embriaga nuestras almas, somos seres de la noche -pensé que iba a ser un buen comienzo para sincerarme totalmente con Luzbel.

- No deberíamos sentir lo que sentimos, pero no podemos rechazar nuestros deseos -dijo Luzbel.-Ven a mí, entrégate.

Durante un tenso momento, me quedé simplemente mirándole. Tomé la decisión de estar a su lado. Fue como si un huracán me hubiera arrebatado, fragoroso y de fuerzas desatadas. Sentí que me estremecía de pies a cabeza. Miré en sus ojos y sonreí. Impulsivamente le tomé en mis brazos y le besé, besé sus fríos labios y sentí que cedían ante mí solo un poco. Le volví a besar, una y otra vez. Y en los besos sentí el sabor de la sangre.

Cada día y noche que pasaba con él, mi amado, era mejor. Éramos los cómplices de todas las muertes que realizábamos cada noche.

-Míranos, caminamos entre dos mundos; mírate, ¿qué eres si no un triste y vulgar ser humano? -repetíamos a cada víctima antes de chuparle la sangre hasta casi morir.

Yo sé que cada día Luzbel se sentía mejor conmigo, pero esto no podía durar siempre. Cada día estaba más cansada de él, ya llevábamos juntos 48 años y me agobiaba, esto no podía seguir así. Sabía que si se lo decía a él no lo iba a aceptar y seguro que me iba a atacar por mucho que me amase. Por lo tanto, opté por lo más drástico, buscar la forma para matarle.

Durante días no salí de mi ataúd. Luzbel intentaba sacarme de allí, porque tenía que alimentarme, pero yo no quería ir con él, quería salir por mi propia cuenta y dar largos paseos.

Llegó el día en que ya tenía sed de sangre y no podía aguantar más, entonces salí de mi ataúd sin avisar a Luzbel. El ansia de sangre que tenía era demasiado, nunca había llegado a estar así. El número de víctimas de esa noche fue muy elevado, al menos fueron 8, de las que bebía casi hasta su última gota. Estaba saciada, pero era lo que necesitaba, estaba rabiosa por Luzbel y para acabar con esta rabia tenía que terminar con él.

Cuando llegué al castillo me volví a meter en mi ataúd pero no dormí demasiado, porque estuve pensando como podría acabar con Luzbel. Al volver a salir de allí, Luzbel sentía que yo estaba rara. Le besé y le llevé hasta el patio interior descubierto del castillo. Ya era medianoche. Llevé varias botellas de alcohol y le emborraché. Estuve cuidando de él hasta el momento en el que se quedó dormido. Me quedé junto a él un rato, mirándole y recordando todos los momentos que habíamos pasado juntos. Me dispuse a irme y en ese momento Luzbel abrió los ojos y le miré.

-Soy la muerte que viene a llevarte esta noche. Soy tu diablo perverso -dije sin ningún tipo de titubeo.

Fui hacia la puerta por la que habíamos entrado y antes de cerrarla con llave me giré hacia él.

-Esto queda de lo que fue un paraíso hecho por nosotros, no podrás salir de aquí, la luz del sol te hará sufrir, arder y morir.

Cerré la puerta con llave y me aseguré de que todas las ventanas y puertas que daban al patio estuviesen cerradas y volví hacia mi ataúd.

Al paso del tiempo cuando volví a salir me dirigí hacia el patio, allí ya solo quedaban unas pocas cenizas desperdigadas por el suelo. Al ir a coger unas pocas me vinieron a la mente todas las imágenes buenas de nuestro amor y no aguanté más. Me veía sola, acongojada, pudriéndome por dentro con un corazón marchito, sin movimiento, con rencor y desdicha, con sed de amar y con la vida colgando de un hilo.

A partir de la muerte de mi amado Luzbel todas las noches salía a chupar sangre a esos pobres seres humanos que estaban aquí solo para sufrir; y al volver a mi morada, salía al patio, cogía las cenizas de Luzbel que había guardado en un jarrón y me sentaba y decía entre susurros:

-Al mirar la luna cada noche transcurren años, días y meses. Sola estoy aquí durmiendo en la oscuridad, soñando con mis víctimas, riendo con ángeles y llorando de amor. Pequeños cuervos cavan en mi alma con sus negros picos. Me he convertido en la esclava del dolor, soy pasajera de sueños sin final, soy la dama misteriosa que buscando sangre está.

Después de eso la última noche que lo susurré, fui hacia mi sepulcro en el que tenía pensado estar durante largos años. Allí fue la última vez que volví a ver a la luna que durante tantas noches había sido mi protectora. Me metí en el sepulcro tomé el bote de cristal lleno de líquido morado y me lo bebí.

No hay otra alma como la mía, porque simplemente mi alma está muerta, vacía y fría.

 

Silvia Pascual Contreras
(1° Bachillerato, IES Antonio López, Getafe)


QUÉ ABSURDO SE ME ANTOJABA...

Qué absurdo se me antojaba escribir sobre un recuerdo, algo tan poco tangible, palpable, tan soluble y volátil como el recuerdo de tu presencia.
Me solía preguntar por qué escribía algo así si ni tan siquiera creía en mí misma, cómo podía escribir sobre algo que ya no existía, una historia de amor ya acabada en la que los personajes se habían sumido en una oscuridad tan infinita como el vacío, fruto de tu olvido y del paso del tiempo.
Cuán absurdo se me antojaba escribir sobre lo que era ahora para mí un sueño, un dulce sueño inalcanzable que se tornaba tan real al despertar, cuando el sabor y la calidez de tus labios aún impregnaban los míos, cuando notaba tu presencia aún estando tú tan lejos que ni tan siquiera lograba atisbar tu lejana sombra.
Qué absurdo suena escribir sobre el vacío que dejaste con tu marcha, sobre la oscuridad que me rodeaba en cada una de las noches de tu ausencia, sobre aquella historia que nunca tuvo un final porque tú lo escribiste antes de que yo tomara la pluma... y duele tanto... duele tanto recordar...
Pero qué absurda sería la vida sin recuerdos, sin dolor, sin una sola mañana gris en la que deseáramos ver salir el sol, sin un todo y un nada, pues no quedaría nada que abrazar en esas noches en las que el espectro de tu presencia me abraza de nuevo tras tu marcha.

Móntrial (3º E.S.O. A, I.E.S. Calatalifa, Madrid)

 

 

EL AMOR SE LLEVA EN EL CORAZÓN

En una de las clases de un colegio había varios niños/as. Una de las niñas preguntó:
- Maestra… ¿Qué es el amor?
La maestra sintió que la niña merecía una respuesta a la pregunta inteligente que le había hecho. Como ya estaban en hora de recreo pidió que dieran una vuelta por el patio de la escuela y que trajesen lo que más les gustase
sobre el amor.
Los alumnos salieron corriendo y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
- Quiero que cada uno me enseñe lo que ha encontrado.

El primer alumno respondió:
- Yo encontré esta flor, ¿no es linda?
Cuando llegó su turno, el segundo alumno dijo:
- Yo encontré esta mariposa. Mire el colorido de sus alas. La voy a colocar en mi colección de mariposas.
El tercer alumno dijo:
- Yo encontré este pajarito que se cayó de su nido.

Y así los alumnos, uno a uno, fueron colocando lo que habían encontrado en el patio.

Terminada la exposición, la maestra notó que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido callada durante todo el tiempo, se sentía avergonzada por ello.
La maestra se dirigió a ella y le preguntó:
- ¿Y tú, no has encontrado nada?
La niña respondió tímidamente:
- Perdóneme, maestra: vi la flor y sentí su perfume; pensé en arrancarla, pero preferí dejarla para que siguiera ofreciendo su aroma. Vi también la mariposa, suave, llena de colores, pero parecía tan feliz que no tuve el valor de encerrarla. Vi también el pajarito caído entre las hojas, pero… al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí devolverlo al nido. Por lo tanto, maestra, traigo conmigo el perfume de la flor, la Sensación de libertad de la mariposa y la felicidad que observé en los ojos de la madre del pajarito.

La maestra le dio las gracias a la alumna y le puso la mejor calificación, porque consideraba que había sido la única que había logrado entender que sólo podemos llevar el amor en el corazón.

Melisa Picossi,
(6º Primaria, Colegio Federico García Lorca de París).


Era una mañana tranquila; todo se veía normal. De repente un ruido finito y agudo que casi no se percibía me perforó el timpano. Miré hacia un costado y luego al otro nada.
Sólo un viento que se reía de mí como si estuviera buscando el aire. Sí, yo lo sabía, lo presentía, no era de este mundo. Como si esa fuera la respuesta una luz se infiltró y fui absorbida. Al abrir los ojos un mundo nuevo se
me había aparecido ante mis ojos...

Luna 7°
(
Instituto Nuestra Señora del Rosario).


Voy andando por la calle,
miro atrás, está vacío,
oigo gritos de terror,
miro a todo alrededor
y no encuentro apenas nadie.
Los niños no están jugando,
ni saltando, ni cantando,
aceras que están vacías,
presiento una gran caída.
Varios coches derrumbados,
escucho voces y llantos,
una bomba destructiva,
acabo con mil familias.
Quiero correr y no puedo,
noto que todo se acaba,
de la cama me levanto,
mi cuerpo está temblando
ha sido una pesadilla,
el miedo ya se ha acabado.

Almudena Moranchel Vitoria
( 1º ESO
, IES El Pinar, Alcorcón)


Quisiera pensar que la vida es alguien con quien hablar, alguien que busca un amigo, alguien con quien unirse y soñar. Con quien caminar despacio cuando ya no puedes más, cuando ves que el mundo corre sin tú poderlo alcanzar. Soñar que la vida es un regalo y nada más, que está dentro de nosotros para compartirla poco poco con los demás. Unos ojos que te miran, que no ocultan que estás, una palabra, una escucha, una sonrisa para poder dar, la mano que tanto anhelas, con quien quieres caminar, la
mano que te enseña el camino por donde debes andar. Buscando la vida, buscando encontrar, ese mundo donde este sueño se haga realidad.

"El eco del corazón"
(
IES. Fray Luis de León, Las Pedroñeras)



Mis ojos miran al mundo.
No entienden cómo llegar
A esos niños que lloran
Que ya no saben soñar.
Porque no tienen juguetes
Ni libros para saber más,
Ni ropa, ni regalos,
Ni casas donde poder encontrar
Un padre y una madre
Que los abracen de verdad,
Que los cuiden y los quieran
Que juntos sientan la paz.
Por eso como no puedo
Llegar a esos niños que lejos están
Comparto con los que están cerca
Este sueño que ahora os quiero hacer llegar.
Que juntos soñemos
Que lejos están
En un mundo oculto
Necesitando la paz.

Enviado por "El eco del corazón"
(
IES. Fray Luis de León, Las Pedroñeras)


Yo nunca he tenido muchos amigos, verdaderos amigos.
Este verano en una de las frías noches de Galicia me puse a soñar. Soñé que tenía amigos, que siempre estaban conmigo, que me ayudaban siempre que podían, más o menos los amigos que cualquiera puede desear.
Hoy por hoy tengo amigos y son tal y como soñé, jamás pense que un sueño se pudiese hacer realidad, pero veo que sí, ahora lo único que quiero es permanecer dormida siempre para que este sueño no acabe.

Judith R. J.

(2° ESO, IES Antonio López, Getafe)


UN SUEÑO HECHO REALIDAD

Una vez soñé con un chico de mi clase que gustaba mucho.
Resulta que en el sueño su madre era la profe de inglés,
y entonces nos mandó hacer un trabajo juntos.
Fuimos a mi casa y él me pidió salir,
yo le decía que sí, entonces me despertaba.

Otro día soñé con él también,
pero esa vez su madre no era la profesora de inglés.
Estábamos en el recreo y se acercaba y me decía
lo mismo, que si quería ser su novia.

A los dos días de haber soñado eso,
fuimos a un concierto de música.
Y... me pidió salir.
Esto demuestra que a veces, aunque no lo parezca,
cuando nuestro corazón desea con mucha fe algo,
ese deseo puede llegar a cumplirse.

Natalia García López
( 2° A E.S.O., IES El Pinar, Alcorcón)


 

He soñado que iba tranquilo al colegio, cuando se me apareció un genio que me concedía un deseo.
Estuve un tiempo reflexionando y se me ocurrió pedir 1.000.000.000.000 de deseos. Mis amigos me pedían cosas imaginarias, juguetes que no existían.
Lo admito, yo también pedía cosas como volar,caprichos y muchas cosas más. Un día,con tanto pedir, mis deseos se acabaron y mi sueño se convirtió en pesadilla.
Ahora recuerdo todos los deseos que pedí que ahora ya no existen. Mi último deseo era que era mago y hacía cosas fantásticas. Me lo pasaba tan bien cuando... Mi madre me despertó.

 

Roberto Barberá
(6º de Primaria, Colegio Federico García Lorca de París).


SUEÑO DE AMOR

He soñado que la vida se alejaba
y no se acercaba.
Que llegaba el fin del mundo.
Yo pensaba que no besaría ni abrazaría más
a mis padres y a mi hermana.
El amor con el que siempre he soñado
me ha engañado.
Yo la quería,
jamás la engañaría,
al contrario,
la besaría, la abrazaría,
le daría todo el amor que por ella sentía.
Te quiero,
te quiero, le decía
y ni siquiera me respondía.

Adrián Gutiérrez
(6º de Primaria, Colegio Federico García Lorca de París).